He seguido una polémica (de las de antes) con singular interés sobre las distros que deciden incluir software privativo en sus repositorios como opción (casi) por defecto, y si deben pasar a una lista negra o se mantienen con el «nihil obstat«.
La discusión se decantó finalmente entre la pureza de sangre o la mixtificación de la filosofía GNU con el utilitarismo comercial, entremezclada con diferentes alusiones personales y derivaciones más o menos apasionadas hacia pastos lejanos.
En definitiva, apasionante y clarificadora…